El país dispara el recargo sobre la aviación que introdujo en 2021. Desde el 1 de marzo y en vuelos nacionales y europeos casi se triplica: pasa de 2,63 a 7,4 euros.
Volar hacia o desde el primer destino turístico mundial, Francia, es más caro desde el 1 de marzo. Se trata de una de las medidas estrella de los Presupuestos del Estado de 2025, cuya tramitación ha sido muy tortuosa. Prueba de ello es que, en diciembre, la polémica que generaron las cuentas se saldó con una moción de censura que se llevó por delante al entonces primer ministro, el conservador Michel Barnier.
El oficialmente denominado Impuesto de Solidaridad sobre los Billetes de Avión -TSBA, por sus siglas en francés- nació en 2021. Los vuelos nacionales o con destino a Europa pasan de 2,63 a 7,4 euros, en clase turista.
En las conexiones internacionales de medio alcance, el importe sube de 7,51 a 15 euros, y en las de más de 5.000 kilómetros, de 15 a 40 euros. Estos tipos son más elevados en primera clase -donde la horquilla se sitúa entre los 30 y los 120 euros- y los vuelos privados, que pueden llegar a pagar un máximo de 2.100 euros.
La reacción de las aerolíneas está siendo desigual, incluso dentro de un mismo grupo. Es el caso de AirFrance-KLM, donde su filial de bajo coste, Transavia, está aplicando una revisión retroactiva de las tarifas, a diferencia de la aerolínea de bandera.
«Es una medida fácil y los turistas no votan», explica Catiana Tur, gerente de la patronal de agencias de viaje Acave. «Comportará una pérdida de competitividad», concluye Tur, quien recuerda que, a mediados de 2023, el país vecino decretó el fin de los vuelos de corto alcance cuando ya existía ferrocarril de alta velocidad para el mismo trayecto con el objetivo de impulsar la descarbonización de la movilidad.
«Se considera el turismo como una manifestación de riqueza, por lo que es susceptible de gravarlo con más impuestos en un contexto en el que la deuda pública sigue alta», expone el doctor en Economía y director general de la Fundación Civismo, Albert Guivernau. «Las rentas más bajas son las que acaban saliendo perjudicadas: ven cómo, en cierto modo, está en regresión un signo de bienestar como era la democratización del turismo», concluye.
Fuente: Expansión