La perspectiva económica siempre genera una gran división en la UE. La más evidente, la más disgregadora. Lo hace de norte a sur, en el mapa, y de derecha a izquierda, en el espectro político. Y tales desavenencias tienen todos los visos de volver a quedar plasmadas en la negociación del próximo presupuesto del bloque, el que abarca del 2028 a 2034 y que, aún sin tener cara ni ojos, ya crea distancia entre los países de la UE.

La confrontación parte de la necesidad de incrementar el próximo marco financiero plurianual, (MFF por sus siglas en inglés) más allá de ese 1% del PIB que sostiene las cuentas comunitarias actualmente. Las razones son múltiples, desde la necesidad de financiar una ingente inversión en defensa ante las amenazas externas, al proceso de digitalización o transición verde. El resultado: los países frugales se oponen a incrementar sus partidas.

La propuesta de la Comisión Europea no se espera hasta medidos de julio pero el presupuesto comunitario es una de las grandes negociaciones del arranque de legislatura. El contexto geopolítico actual, con la guerra de Ucrania, ha cambiado el tablero del juego. Países reacios a destinar más recursos europeos, como Dinamarca, miran a la UE ahora con posturas más flexibles. Y España, por su parte, se postula por aumentar los recursos compartidos del Club de los Veintisiete.

Copenhague dejaba hace unos días el club de los frugales, que encabeza Alemania, pero también encarna Países Bajos, Suecia y Austria. Mirando a la guerra de Ucrania abría la puerta a incrementar los recursos presupuestarios de la UE e incluso a una emisión de deuda conjunta. «Pero no nos van a oír decir que queremos un presupuesto del 1% ( del PIB anual), que no aceptaremos aumentos presupuestarios y que excluimos desde el principio fuentes de financiación como la deuda común», afirmaba hace unas semanas el embajador danés.

El presupuesto europeo, a siete años vista, está dotado de 1,2 billones de euros y se divide en tres grandes partidas: agricultura, regiones menos desarrolladas, investigación, diplomacia y administración. Para aumentar los ingresos, los países pueden pagar más en función de su renta nacional bruta o recurrir a nuevos mecanismos de recaudación, como el mecanismo de ajuste de carbono en frontera o el comercio de emisiones.

No son pocos los que optan por tratar de equilibrar las contribuciones nacionales, que enraíza gran parte del rechazo que esgrimen los países frugales. El nuevo Ejecutivo germano de Friedrich Merz es partidario de redistribuir las partidas del presupuesto actual, que termina en 2027, en lugar de canalizar más recursos al presupuesto, con el foco puesto en defensa y el despliegue de infraestructuras energéticas.

Muchas voces sugieren la necesidad de una corrección de los desequilibrios en el gasto nacional en defensa para que los que gastan menos a gastar más. Lo recoge así un estudio del think tank Bruegel. Al fin y al cabo, se trata del detonante más claro a la hora de reequilibrar la balanza de las cuentas comunitarias.

Pero a la derecha y a la izquierda del espectro político también se tendrá que librar esta batalla del próximo presupuesto comunitario. Von der Leyen afronta una legislatura delicada, en la que su propio partido, el Partido Popular Europeo, reclama que se destinen más recursos que ese 1% del PIB a defensa.

La necesidad de recursos es casi compartida en el arco parlamentario europeo. Sin embargo, los socialistas, la segunda formación política con más peso en la Eurocámara después de los populares, exhiben posturas diversas sobre cómo utilizar los recursos. No coinciden con la idea del Ejecutivo de Von der Leyen de reducir los recursos que se destinan a derechos sociales, como educación juvenil y desempleo en favor de la industria y la inversión en defensa.

Pero el mensaje está ahí, también por parte de los líderes de la UE, que la pasada semana, en el marco del Consejo Europeo que tuvo lugar en Bruselas, pedían a la Comisión Europea «una propuesta para incentivar las inversiones relacionadas con defensa en el presupuesto de la UE», según recogen las conclusiones del encuentro.

Fuente: El Economista